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Profesores del Conservatorio durante el concierto Foto: Práxedes Millán |
Ayer, día diecinueve de octubre, tuvo lugar en el Conservatorio Teresa Berganza el concierto de apertura del año 2011-2012. La cita tuvo lugar a las siete de la tarde, prolongándose durante dos horas. Niños, jóvenes y adultos; alumnos, padres y visitantes de toda clase se congregaron en el auditorio del centro, dispuestos a disfrutar y a dejarse evadir por la música.
Se interpretó la obra Historia de un soldado, de Igor Stravinsky; la suite, estrenada en 1918, combina música y texto, un cuento escrito por Charles Ferdinand Ramuz que narra la historia de un soldado y su violín.
“Inauguramos este curso académico con más orgullo que otros años, si cabe. Porque somos un Conservatorio público y de calidad. Y porque queremos seguir siéndolo”, afirmaba momentos antes del concierto Marisa Manchado, vicedirectora del centro. El acto adquiría, de esta forma, un cariz reivindicativo, en alusión a los estragos por los que está pasando la educación pública en la Comunidad de Madrid en estos momentos. “Se nos viene por delante un curso muy difícil”, aseguraba. “Aunque vamos a hacerle frente de la mejor manera que sabemos hacer”.
El concierto corrió a cargo de los profesores de la escuela. La partitura está compuesta para siete instrumentos: violín, contrabajo, clarinete, fagot, corneta, trombón y percusión; y frente al atril, se sentaron sus respectivos profesores: Andrés Susi, Miguel Hisado, Mónica Campillo, José Luis Mateo, Faustí Candel, Francisco Sevilla y Miguel Ángel Pérez. Asimismo, el texto fue escrito para tres actores: el soldado (interpretado por José Miguel Domínguez, maestro de flauta), el diablo (Dylan Compta, profesor de viola) y la princesa (Manuela Herrera, Jefa de estudios). “Se trata de una obra de elevadísima dificultad, que requiere gran virtuosismo”, comentaba la vicedirectora. “Ha sido interpretada en España muy pocas veces”.
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Profesores del Conservatorio durante el concierto Foto: Práxedes Millán |
La intensidad de las luces bajaba, el auditorio se silenciaba y el ambiente se sobrecargaba. Entonces, la música daba comienzo. Como un diálogo de instrumentos hablando entre ellos, el clarinete preguntaba a la corneta, y esta le respondía. Entre movimiento y movimiento, los actores salían a escena y representaban sus roles como si hubieran nacido para la actuación. Música y voz se pasaban el testigo, narrando una historia trágica, antibelicista. En ella, un soldado regresa a su pueblo, armado únicamente con un violín. Por el camino, el diablo le encuentra y le engatusa mediante artimañas. Finalmente, el soldado pierde su violín y es llevado al infierno. “Se trata de una metáfora que hace referencia a los reclutamientos forzosos”, dice Manuela Herrera, Jefa de estudios y actriz que interpreta el papel de la princesa. “Es una obra que viene muy a tiempo, es una metáfora antibelicista y hace referencia a todas las guerras”.
Profesores y directores daban la bienvenida al curso de esta manera. Cuando el concierto finalizó, el torrente de aplausos inundó el auditorio. Los profesores salieron a saludar y sus alumnos les recibieron con vítores. Poco a poco, la estancia se fue vaciando y el eco residual de la música, flotando en el ambiente, fue evaporándose. “Es nuestra manera de demostrar que vamos a continuar dando lo mejor de nosotros pese a las circunstancias. Queremos que nuestros alumnos salgan a tocar a los escenarios de todo el mundo, y la mejor manera es dar ejemplo”, comentaba la Jefa de estudios momentos después de que el acto finalizara. “El arte es la mejor manera de salvar el mundo, y lo tenemos todos en nuestras manos”.
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