Según declaraciones
emitidas a principios de octubre del presente año por parte del ministro de
trabajo de El Salvador, Humberto Centeno, el país centroamericano presenta una tasa
de desempleo del 7%. El dirigente subrayó a los jóvenes como el grupo más
afectado, con un 11,5% del total en situación de paro. Pese a las recientes medidas
adoptadas este año por el Gobierno de Mauricio Funes, entre las que destaca la
Ley de Zonas Francas o los nuevos avances en materia portuaria, lo cierto es
que un significativo porcentaje de la nación salvadoreña no trabaja. La labor
del ejecutivo, que ha centrado sus esfuerzos en atraer nueva masa industrial al
país para obtener un aumento exponencial de la oferta laboral, se enfrenta al
problema del escaso interés que muestra un importante sector de ciudadanos
salvadoreños por encontrar trabajo. Y es que gran parte de la economía doméstica
se sostiene merced a las remesas enviadas por los emigrantes, trabajadores preferentemente
cualificados cuyo grueso reside en los Estados Unidos, donde superan la cifra de
tres millones de individuos.
Según declaraciones
emitidas por el director de la Fundación Edytra, José Morataya, “uno de los
principales problemas es la migración. Que El Salvador tenga tres millones de
salvadoreños fuera del país, significa que la tercera parte está fuera. Toda
esa gente cualificada, inteligente y trabajadora se está yendo del país”. Según
fuentes del Banco Central de Reserva, las remesas de los ciudadanos
salvadoreños residentes en el exterior enviadas a sus familiares en el país
alcanzaron los 1.813 millones de dólares (1.330 millones de euros) durante el primer semestre de 2011,
registrando una tasa de crecimiento del 4,3% anual respecto del año anterior.
Un importante sector de la población desempleada se sostiene gracias a las remesas o mediante pequeños negocios improvisados en las calles. Foto: José María Tíscar García. |
Esta actitud puede
abarcar, en ocasiones, a todo el conjunto de la población de una localidad. Así
lo afirman Isidro Martín Ramos y Horacio Morales, ciudadanos españoles
residentes en San Salvador, miembros de la directiva de una conocida sala de
juegos de la capital: “Hay
pueblos enteros que viven de las remesas. Tú los ves en el pueblo, pasas por
ahí y están todos mirando el cielo, sin hacer nada. No trabajan. Viven de lo
que les mandan”. El problema refleja, pues, una doble vertiente. Por un lado,
la caudalosa emigración salvadoreña no puede ser aprovechada por el país, por
lo que su potencial se pierde. Por otra parte, el ingente envío de remesas ha
provocado la desmovilización de una parte de la ciudadanía que, sencillamente,
puede vivir con lo que recibe y prefiere mantenerse apartada del tejido laboral
productivo de El Salvador.
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