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Del ‘no al botellón’ a impedir la entrada en la URJC


La Universidad Rey Juan Carlos puso fin el viernes pasado a la posibilidad de un nuevo botellón en el campus de Fuenlabrada. El rectorado, en manos de Pedro González-Trevijano, decidió poner controles más estrictos en los accesos a la universidad pública y, a principios de la mañana, no dejaron pasar durante algunos minutos a los alumnos que no llevaran consigo el carné de la universidad.

Hasta seis agentes de seguridad del campus se pudieron ver por la puerta de entrada de vehículos. En primer lugar, uno de ellos se encargaba de dar el alto y preguntar a toda persona que accedía: “¿Tiene usted el carné de la universidad?”. Más tarde, si los vigilantes lo creían necesario, procedían al registro del vehículo. Esta práctica ya se llevó a cabo hace dos semanas, cuando también interrogaron a los que accedían al campus, e incluso también con algunos registros, aunque no llegaron a pedir la identificación de estudiante del centro.

En el acceso cercano a la parada de Metro Sur de Hospital de Fuenlabrada, se llegaron a agolpar cientos de alumnos a los que igualmente hicieron registros de bolsos y mochilas, además de pedir el citado carné. Todo esto provocó, aparte de la indignación de muchos estudiantes, que los alumnos de primero no pudieran entrar al campus por unos minutos, ya que aún no disponen de la acreditación de la facultad. Con retraso pero acabó arreglándose la situación después de que los vigilantes, con orden de la universidad, tuvieran que echar marchar atrás y dejarlos pasar.


Uno de los agentes de seguridad, Carlos Miranda, aseguraba: “Vamos a hacer controles periódicos y por ello es bueno que vaya todo el mundo identificado”. “Son órdenes de arriba”, respondía el vigilante al ser preguntado por los controles. El propio vigilante reconocía después que “los controles y registros les habían provocado muchas discusiones y problemas con los estudiantes”. “Nosotros acatamos lo que nos mandan y si además no llevan el carné tenemos que asegurarnos de que no llevan bebidas alcohólicas”, aclaraba Miranda.

El buen tiempo, anormal para esta época del año, había hecho que alumnos y otros jóvenes ajenos a la universidad hubieran celebrado varias fiestas desde el comienzo del curso el 5 de septiembre. A pesar de que ninguna de esas ‘quedadas’ a través de las redes sociales estaba permitida, miles de personas se llegaron a reunir en la pasada fiesta del viernes 7 de octubre. Como resultado de la misma, el campus recogía la suciedad de “miles de chavales que meaban en varios puntos de la facultad, no sólo en el césped, sino en algunos aularios, que quedaban inutilizables”, como reconoció una de las bedeles de la facultad, Montse. A pesar de que se diera orden de encender los aspersores en algunas zonas, los jóvenes prosiguieron con la fiesta hasta el cierre del campus. 

Aún no se sabe si los controles periódicos se llevarán a cabo o no, en lo que parece una maniobra de la universidad para que las instalaciones no sufran de nuevo la llegada de cientos e incluso miles de estudiantes para la práctica del botellón dentro del campus de Fuenlabrada. Lo que sí parece patente es el descontento de muchos alumnos que se han visto afectados por las preguntas y los registros de los agentes de la facultad.


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