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La convivencia entre los bomberos municipales durante su jornada laboral es considerada muy buena pese a la tensión acumulada durante el conflicto


Una media de 15 bomberos por parque, una jornada de 24 horas, todo un día compartiendo desayuno, comida y cena con los compañeros, compartiendo habitación, por lo que es normal que el ambiente entre compañeros sea bueno para que la gran jornada laboral no resulte agotadora.


“Por lo general es bastante buena la convivencia”, así lo declara un bombero conductor del parque número tres, en el Distrito Centro, José Antonio Sánchez, aunque no duda en admitir que “hay veces en que existes discrepancias y discusiones entre los bomberos”, pero que se considera algo normal, son muchas horas y muchos trabajando.

El conflicto que llevan arrastrando durante años con el Ayuntamiento de Madrid si ha hecho que haya más tensión en el ambiente. “En determinadas ocasiones si ha influido el conflicto en la convivencia, pero menos de lo cabría esperar, cuando hay conflicto laboral, hay temas polémicos, y se discute, desde mi punto de vista ha influido”, así lo declara un bombero especialista del parque número uno, en el Distrito de Chamberí, Julio César Seguí. “La tensión se ha notado más porque cada uno miraba sus intereses y si ha habido roces”, explica José Antonio Sánchez, pero no duda en volver a admitir que dentro de lo que cabe la convivencia se considera “muy buena”.

Cuerda donde entrenan los bomberos
en sus ratos libres dentro de la guardia. Foto: Meritxell Ros
Otro bombero especialista del parque número dos, situado en Manuel Becerra, Óscar Pascual coincide en que la causa de que se haya notado más tensión estos dos últimos años es por el conflicto. “Hemos tenido esta época de problemas laborales donde ha habido discrepancias. Son 24 horas al día, se discute, se ríe, se pasa mal, se pasa bien”, cuenta Pascual, incluso llega a comparar que hay veces que la jornada de trabajo es como un Gran Hermano.

Oscar Pascual aclara que, aunque en algún momento haya discrepancias entre compañeros, en el momento de salir a una emergencia, todo se olvida y se trabaja en equipo.

Cocina de uno de los parques de bomberos. Foto: Meritxell Ros
Mientras no exista ninguna emergencia, los bomberos hacen actividades juntos, lo que fomenta la comunicación. Mientras unos entrenan, otros juegan al frontón, otros hacen maniobras, que según cuenta Seguí, estas maniobras son de “obligado cumplimiento”, incluso otros dedican su tiempo a la lectura y al estudio. No hay tiempo para aburrirse porque siempre hay algo que hacer, además practicar deporte es muy importante en esta profesión y hay que mantenerse activo ante cualquier emergencia.

Entre los bomberos no solo existe una relación de compañeros de trabajo, esa relación va más allá de las paredes del recinto. “Si se suelen ver fuera de horas de trabajo, en general si quedan para hacer cosas juntos, incluso se organizan viajes”, dice Seguí, coincidiendo con la declaración de Oscar Pascual, que cuenta que “suele haber una amistad” y que se debe también al el tipo de actividad que suelen hacer fuera, ya sean actividades deportivas o viajes, y que la buena convivencia se mantiene también fuera del parque.

Lo de formar grupitos también se da entre los bomberos, como si de un patio de colegio se tratase. “La gente se junta por afinidad, que la mayor parte de la veces es por la edad, la gente que esté a punto de retirarse se junta por un lado y la gente joven por otro lado, pero eso no quiere decir que no se mezclen nunca”, asegura Julio César Seguí. Por otra parte, Oscar Pascual también afirma que suelen haber grupos que comen juntos y cenan juntos y que también hay quienes comen solos por su cuenta por cualquier motivo pero sin problema aparente.

En definitiva, la profesión de bombero es y será siempre una labor en la que la buena convivencia es primordial teniendo en cuenta la cantidad de horas que pasan juntos. Además los problemas con la corporación municipal a la que pertenecen no han influido de manera decisiva en las labores de cada día.


Pasillo con varias salas, entre ellas el telefonista. Foto: Meritxell Ros

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