Los trabajadores anónimos también desarrollan su labor en ambientes peligrosos
El motociclista italiano de 24 años Marco Simoncelli perdió la vida el pasado 23 de octubre en un accidente en el Gran Premio de Malasia. El ciclista Txente García, de 39 años, se retira tras una grave caída en la Vuelta Ciclista a España. El torero Juan José Padilla opta por continuar en los ruedos a pesar de la cornada recibida en la Feria de Zaragoza. Los tres tienen algo en común: se exponen a riesgos en sus respectivas profesiones.
El motociclista italiano de 24 años Marco Simoncelli perdió la vida el pasado 23 de octubre en un accidente en el Gran Premio de Malasia. El ciclista Txente García, de 39 años, se retira tras una grave caída en la Vuelta Ciclista a España. El torero Juan José Padilla opta por continuar en los ruedos a pesar de la cornada recibida en la Feria de Zaragoza. Los tres tienen algo en común: se exponen a riesgos en sus respectivas profesiones.
Los últimos datos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, hasta agosto de 2011, cifran en 344 el número de fallecidos en accidentes laborales
este año. Hubo también 2.888 casos de gravedad y 335.550 leves. El
sector servicios es en el que más víctimas ha habido, seguido por el
sector industrial, y el agrario en el que menos.
Ángel García también lleva guantes, como el piloto italiano en la pista, pero no sostiene un manillar entre sus manos sino las herramientas necesarias para hacer piezas de fundición. A esta prenda le acompaña un mono de trabajo, botas con punta de acero, tapones en los oídos y gafas protectoras. Ángel tiene 54 años y es metalúrgico, oficio en el que realiza “piezas de fundición inyectadas a presión”. Trabaja con elementos de aluminio –cuyo peso varía de los tres gramos a los 20 kilos- que soportan temperaturas entre 650 y 700 grados.
Por su profesión, García sabe que está expuesto a “bastantes peligros” durante su jornada laboral como quemaduras, riesgo de quedar atrapado en máquinas o sufrir caídas. El metalúrgico afirma que en su lugar de trabajo “ha habido incidentes que han producido la muerte de trabajadores”. A pesar de ello, “las condiciones de seguridad son bastantes buenas. Muchos de los incidentes son por fallos humanos”,asegura.
En el trabajo de Jorge Torres no han tenido que lamentar pérdidas humanas. Él es técnico de mantenimiento, se encarga de que funcionen correctamente los equipos de reparación de trenes y arregla averías en éstos. También disponen de elementos de seguridad, los equipos de protección individual (EPI) que están formados por cascos, gafas, arneses, chalecos reflectantes, guantes...”lo que cada uno necesite en el puesto que ocupa”. Pero también es consciente del peligro al que se exponen: posibles caídas desde distintas alturas, aplastamiento o arrollamiento. Además, trabajan con alta tensión y en invierno, con lluvia y nieve, el riesgo es mayor.
Ángel García reconoce que cuando comenzó a trabajar en la empresa no tenía conocimientos en ese ámbito y se hubiese dedicado a “cualquier otra cosa” puesto que su empeño era conseguir un empleo. Después de 35 años en la compañía, su trabajo le gusta y tiene intención de jubilarse allí.
El primer empleo de Jorge Torres fue en un taller de coches. Estudió un módulo de Grado Medio de Electromecánica de vehículos autopropulsados y actualmente lleva cuatro años en una compañía de mantenimiento de vehículos ferroviarios. Lugar dónde empezó, según dice, porque ganaba más que en su anterior trabajo. “Aquí trabajamos mucho”, sostiene, “en diferentes turnos, también los días festivos y fines de semana”.
A Jorge le gusta su profesión. “Mi trabajo es importante para que los usuarios de trenes y AVE lleguen a su destino”, explica. Pero este joven de 27 años reconoce que hubiese preferido dedicarse a otra cosa como “policía” o “restaurador de vehículos antiguos”.
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