En 1999 los matrimonios celebrados en Madrid alcanzaron la
cifra de 29.000 y los divorcios tan solo 5.300. Diez años después en la misma
comunidad hubieron 25.000 matrimonios celebrados y 13.400 divorcios. Si
mirásemos la gráfica veríamos que, a lo largo de los años, se desarrolla una
descendente cifra de “si quieros” en contraposición de una ascendente recta de
rupturas. Esto demuestra que hoy en día por cada dos matrimonios se rompe uno.
Teniendo en cuenta que entre 1999 y 2009 la población de Madrid subió 1.200.000 habitantes, ¿Será que
los madrileños se despiertan cada vez más temprano del letargo del romance? En temas materiales la sociedad ha tornado a una visión más cínica y práctica en la que todo, incluso la más mínima propiedad, puede personalizarse al gusto del consumidor antes de ir al cubo de reciclaje. ¿Acaso las parejas sufren la misma suerte?
El progreso económico y social de finales del s.XX condujo a
la mujer a un nuevo estatus en el que no solo estaba destinada a ser ama de
casa, madre y buena esposa; ahora también pueden vender su fuerza de trabajo.
“Un rol al que muchos hombres no parecen acostumbrarse”, asegura la antropóloga
de la Univesidad Complutense, Ana María Rivas. Por otra parte, actualmente el
factor económico es decisivo para que una pareja permanezca unida; y
precisamente España está sacando “insuficientes” en la materia económica. La
Asociación de Padres Divorciados observa que al principio de la crisis los
divorcios dejaron de acelerar su camino ascendente. Muchas parejas prefirieron
seguir durmiendo al lado de la persona que ya no amaban a cambio de seguir con
un techo y no enfrentarse a solas al duro panorama económico que atraviesa el
país. Sin embargo esta situación se vuelve insostenible y en 2010 volvió a
subir la tasa de divorcios en Madrid a más de 14.000 demandas.
Pero ¿hasta qué punto se puede decir que a una mala economía
y al nuevo rol de la mujer afecta al bienestar de la pareja? En realidad todo
esto tiene un factor de trasfondo que parece permanecer en las conversaciones
de amigos y confidencias a asesores matrimoniales. Resulta que el español medio
urbanita está viviendo la dicotomía de elegir entre comprometerse y perder la
oportunidad de mantener relaciones sexuales con diferentes parejas, o
permanecer solos y poder seguir disfrutando de una libre sexualidad. La doctora
Rivas ve una correlación entre los comportamientos sexuales de mediados de
siglo XX y el fracaso en el modelo de fidelidad actual. “El rol de la ‘querida’,
aquella amante del padre de familia que podía permitírselo, ha desaparecido
como figura pública”, por lo que el hombre está sujeto a mantener sus affaires
en el más estricto secreto o encontrar una buena pareja sexual; por otra parte
la mujer es más consciente que nunca de su sexualidad y no quiere una pareja
que no vaya a satisfacerla.
Esto se une a tener un buen físico, un buen trabajo, que
surja química y que se prometa (y se cumpla) la Luna. “Las parejas se han
vuelto tan exigentes con sus parejas como lo serían frente a la reserva de un
vuelo o un hotel: todo al gusto del consumidor”. El rechazo al matrimonio es un
billete de vuelta a un estado de soltería sin tener que pasar dolorosos trámites
y burocracia.
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