Nada parecía predecir cómo terminaría la jornada del día 25
de noviembre de 2011. La ponencia organizada
por la plataforma Participa y Comprende llamada “Comunicación Social y Salud
Mental” en la universidad Carlos III de Madrid (Getafe) comenzaba con
presentaciones institucionales. Sin embargo, la presencia de profesionales de
diferentes medios de comunicación avivaba un debate en el que el público pedía
explicaciones, los periodistas salían por dónde podían e incluso se sinceraban
mostrando su desencanto con la convulsa realidad que vivimos.
El lema de la jornada se acotaba a una frase que se repetía
incesantemente: “Por la sensibilización hacia las personas con Enfermedad
Mental”. Llegaba el turno de la conferencia inaugural, y periódico en mano, el
jefe de Prensa de la ONCE, José María Prieto Ampudia, empezaba a leer. El
artículo elegido, publicado en un diario de tirada nacional, relataba la historia de dos
personas con discapacidad que compartían su vida juntas. El autor relataba la
historia con multitud de adjetivos tales como “padece”, “sufre” o “arrastra”. “Como novela no está mal”, decía José María
Prieto. Y recalcaba la “necesidad de hablar de las personas” y utilizar un
lenguaje adecuado y menos sensacionalista.
El problema que se presentaba era que se pusiera el foco,
como en tantas informaciones poco acertadas y con ganas de captar al público,
en la discapacidad. “No necesitamos novelar la realidad porque es ya suficientemente
informativa en sí”, afirmaba Prieto. Y abordaba los datos: en España cuatro
millones de personas tiene discapacidad; 70 en la Unión Europea, lo que se traduce
a que un 10% de la población mundial tiene algún tipo de discapacidad. “Lo cierto es que muchas veces los medios de
comunicación hacemos bastante daño a estas personas”, sentenciaba Prieto. La
Policía de Alicante publicaba una nota de prensa que titulaba “Vendedor de la
ONCE detenido por vender coca”. Prieto conseguía así arrancar alguna que otra
sonora carcajada al añadir: “se pueden imaginar el cachondeo que supuso esta
noticia, algunos después de eso bromeaban diciendo dame un Rasca y una raya”. Y
se preguntaba: “¿Si hubiera sido fontanero se hubiera puesto su oficio?”
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Debate de medios de comunicación en la universidad Carlos III |
Llegaba el turno del visionado del corto-documental “El
cambio hacia la ciudadanía”, articulado en torno a la salud, la integración, el
trabajo y el estigma que rodean a la salud mental. Y después del café, el
debate de medios de comunicación. ¿Influyen los medios en crear el estigma
sobre la enfermedad mental? Marisol Rojas López, redactora de “Hoy por Hoy” en
Cadena SER afirmaba que no se trataba de “un tema de falta de rigor únicamente
en salud mental, sino en todas las áreas”. Por su parte, el redactor del área
de Salud de El País, Emilio de Benito, declaraba: “Lo tratamos mal casi todo. Solemos ser brutos y vagos”. Benito no es periodista de formación, hizo el
Máster de Periodismo y no está de acuerdo en que los periodistas tengan “la tarea de educar”. Ante las preguntas
curiosas de los asistentes, Eva Herrero Gomar, redactora de los Informativos de TVE se defendía: “no somos
responsables del estigma, lo es la sociedad, pero los medios podemos hacer
mucho en este aspecto”.
Luis Fernando Durán empezó su carrera periodística en
sucesos, y aprendió rápido. Tituló “Un demente mata…” una de sus noticias y se
le echaron encima. Desde entonces trata de aprender para no equivocarse y ser más
cauto. Ahora es jefe de sección de local de El Mundo. Resumía en una frase el
meollo de la cuestión: “Podemos ser muy
rigurosos, pero siempre hay alguien por encima de ti que te cambia el titular
porque vende más”. Belén Macías Marín, redactora de la sección “Cuerpo” del periódico Diagonal
hablaba de “no victimizar para acabar con el estereotipo de la violencia”. Y
añadía: “Hace falta ir más allá, conocer las causas. La pobreza perjudica seriamente la salud”. Pero, ¿quién tiene la
culpa de la estigmatización de las personas, los medios o la sociedad? “¿Qué es
el rigor? ¿Por qué siempre se resaltan los hechos negativos y escabrosos?”, se preguntaban.
Tras las intervenciones de los asistentes, que dirigían sus
preguntas cual dardos a los periodistas que tenían enfrente, el jefe de
Deportes de Onda Madrid, José Luis
Poblador, se sinceraba: “El nivel del
periodismo en España es cada día menor y cada día tenemos menos libertad, y los
tertulianos hacen el programa más barato que se puede producir y viven de vicio”.
“Estamos controlados por el poder
político”. Aconsejaba así poner “en
cuarentena” a los medios cuya línea
informativa apela al sensacionalismo y a la desinformación. “El teléfono
funciona en las dos direcciones”, contestaba Emilio de Benito al aluvión de
quejas que giraban en torno al hecho de que los medios “no hacen caso a las
historias de los ciudadanos”.
Después, el eterno enemigo del periodista: el tiempo. La jornada
se cerró con la participación activa de la ciudadanía que allí se encontraba,
que, como pocas veces, tuvieron la posibilidad de interactuar con los
intermediarios de la sociedad; las personas que manejan el flujo de información
a través de una agenda marcada por las grandes empresas informativas, y que con
suerte deciden qué se va a contar y qué no, lo que va a saber el mundo y lo que
desconocerá.
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