Medio siglo después España comienza a ser de nuevo un país de emigrantes del sector de la construcción. Sin embargo, esta vez existe una diferencia fundamental: tienen entre 24 y 27 años, acaban de licenciarse en Ingeniería y Arquitectura, están preparados para su inserción en el mundo laboral; pero nadie les da un voto de confianza para demostrar lo que valen.
Los desempleados recién titulados en Ingeniería y Arquitectura crecen desde el inicio de la crisis. Desde la Fundación Laboral de la Construcción, su director general, Enrique Corral, argumenta que “es una pena que estos nuevos profesionales no encuentren un empleo acorde a su cualificación, pero la paralización tan brusca del sector ha puesto a todos los trabajadores en la cuerda floja”.
Son chicas y chicos cuyas edades oscilan entre los 24 y 30 años. Cuando decidieron estudiar estas carreras el sector de la construcción multiplicaba su producción y se presentaba como uno de los motores de la economía española. Nada hacía presagiar el bajón que en cinco años iba a experimentar esta actividad. El delegado de alumnos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Ismael Rastoll, sostiene que “muchos jóvenes optaron por estudiar carreras relacionadas con la construcción porque creían que tenían asegurado el futuro”. En este sentido, añade que “ahora se han encontrado con un mercado decaído y con reducidas expectativas de crecimiento a corto plazo”.
Según la documentación facilitada por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), el número de contratos en estos profesionales, acumulados desde principios de año hasta octubre de 2011, comparados con el mismo periodo de 2010, ha experimentado un descenso del 16% en edades comprendidas entre los 25 y los 34 años. Por su parte, en el caso exclusivo de los contratos de prácticas en las mismas fechas, éstos han bajado en un 22%. A pesar de ello, desde la Asociación Española de Empresas de Ingeniería, Consultoría y Servicios Tecnológicos (Tecniberia), se asegura que las compañías acuden cada vez más a la “contratación de becarios que salen más baratos, porque su debilidad económica no les permite recurrir a los profesionales que les hacen falta”.
El presidente de Tecniberia, José Luís González Vallvé, explica que “España es un caso especial ya que produce mucho capital humano pero lo usa de forma ineficiente”. Vallvé mantiene que “un ingeniero en España cuesta formarlo 60.000 euros, y en vez de revertir esa inversión que la sociedad ha hecho en ese ingeniero, se deja que se marche fuera porque no se le presentan oportunidades de ningún tipo”.
El delegado de alumnos de la UPM hace una reflexión y tiene claro que se trata de “un problema estructural como país en cuanto a su modelo de crecimiento económico y el de su entorno”. Como representante del colectivo de estudiantes de dicha universidad, es consciente de que en este tipo de conyunturas “muchas veces la cuestión fundamental no es buscar cómo gastar menos sino cómo lograr generar más”.
De esta forma, la salida de estos titulados a otros países en busca de empleo escala posiciones entre sus opciones más barajadas a corto y medio plazo. Enrique Corral valora "positivamente" la demanda de este colectivo por parte de países como Alemania, pero siempre que no se convierta en una "fuga de cerebros" de profesionales sin billete de vuelta.
Para el presidente de Tecniberia este escenario “tan dramático” parte de un “problema base”: las universidades. En palabras de González Vallvé, estos centros de enseñanza no hacen ningún tipo de estudio de prospectiva de futuro de acuerdo con el modelo de desarrollo del país. Además argumenta que se está dando un “cierto desorden” cuyo problema revierte en una falta de ajuste prospectivo en la formación de estos profesionales.
Las universidades cuentan con bases de datos en las que las empresas pueden ofertar convenios de prácticas o cursos sobre búsqueda de empleo, pero éstas también han experimentado su propio recorte. La técnico especialista del Centro de Orientación e Información de Empleo (COIE) de la Universidad Politécnica de Madrid, Hortensia Barbero, estima que “el número de empresas ofertantes ha bajado en un 50% debido a la escasez económica de unas y al cierre de otras”.
Aún así, esta responsable del COIE asegura que los estudiantes lo tienen “algo más fácil que los titulados”, ya que pueden realizar prácticas como becarios en estudios de arquitectura o empresas de ingeniería, y sin embargo, para los titulados es “más complicado” al haber caído la industria del ladrillo. Por eso Hortensia Barbero dice que cada vez son más los que se dejan alguna asignatura del último curso para poder continuar siendo becarios. “Aceptan puestos y sueldos mediocres para la preparación que tienen y no se dan cuenta de que es tirar piedras contra su propio tejado”, concluye.
En el caso de las constructoras extranjeras la situación ocurre a la inversa y éstas muestran según Enrique Corral, un “verdadero interés por los titulados españoles”. Reino Unido, Alemania y Estados Unidos son tres de los países que valoran positivamente la formación de estos chicos y “demandan su presencia allí”. Ismael Rastoll indica que las remuneraciones son hasta 3,5 veces superiores a la media española y además “llevan consigo el plus del idioma”.
Los desempleados recién titulados en Ingeniería y Arquitectura crecen desde el inicio de la crisis. Desde la Fundación Laboral de la Construcción, su director general, Enrique Corral, argumenta que “es una pena que estos nuevos profesionales no encuentren un empleo acorde a su cualificación, pero la paralización tan brusca del sector ha puesto a todos los trabajadores en la cuerda floja”.
Son chicas y chicos cuyas edades oscilan entre los 24 y 30 años. Cuando decidieron estudiar estas carreras el sector de la construcción multiplicaba su producción y se presentaba como uno de los motores de la economía española. Nada hacía presagiar el bajón que en cinco años iba a experimentar esta actividad. El delegado de alumnos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Ismael Rastoll, sostiene que “muchos jóvenes optaron por estudiar carreras relacionadas con la construcción porque creían que tenían asegurado el futuro”. En este sentido, añade que “ahora se han encontrado con un mercado decaído y con reducidas expectativas de crecimiento a corto plazo”.
Alumnos de la Universidad Politécnica de Cataluña. Foto: Marta Ruiz
Según la documentación facilitada por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), el número de contratos en estos profesionales, acumulados desde principios de año hasta octubre de 2011, comparados con el mismo periodo de 2010, ha experimentado un descenso del 16% en edades comprendidas entre los 25 y los 34 años. Por su parte, en el caso exclusivo de los contratos de prácticas en las mismas fechas, éstos han bajado en un 22%. A pesar de ello, desde la Asociación Española de Empresas de Ingeniería, Consultoría y Servicios Tecnológicos (Tecniberia), se asegura que las compañías acuden cada vez más a la “contratación de becarios que salen más baratos, porque su debilidad económica no les permite recurrir a los profesionales que les hacen falta”.
El presidente de Tecniberia, José Luís González Vallvé, explica que “España es un caso especial ya que produce mucho capital humano pero lo usa de forma ineficiente”. Vallvé mantiene que “un ingeniero en España cuesta formarlo 60.000 euros, y en vez de revertir esa inversión que la sociedad ha hecho en ese ingeniero, se deja que se marche fuera porque no se le presentan oportunidades de ningún tipo”.
El delegado de alumnos de la UPM hace una reflexión y tiene claro que se trata de “un problema estructural como país en cuanto a su modelo de crecimiento económico y el de su entorno”. Como representante del colectivo de estudiantes de dicha universidad, es consciente de que en este tipo de conyunturas “muchas veces la cuestión fundamental no es buscar cómo gastar menos sino cómo lograr generar más”.
De esta forma, la salida de estos titulados a otros países en busca de empleo escala posiciones entre sus opciones más barajadas a corto y medio plazo. Enrique Corral valora "positivamente" la demanda de este colectivo por parte de países como Alemania, pero siempre que no se convierta en una "fuga de cerebros" de profesionales sin billete de vuelta.
Para el presidente de Tecniberia este escenario “tan dramático” parte de un “problema base”: las universidades. En palabras de González Vallvé, estos centros de enseñanza no hacen ningún tipo de estudio de prospectiva de futuro de acuerdo con el modelo de desarrollo del país. Además argumenta que se está dando un “cierto desorden” cuyo problema revierte en una falta de ajuste prospectivo en la formación de estos profesionales.
Las universidades cuentan con bases de datos en las que las empresas pueden ofertar convenios de prácticas o cursos sobre búsqueda de empleo, pero éstas también han experimentado su propio recorte. La técnico especialista del Centro de Orientación e Información de Empleo (COIE) de la Universidad Politécnica de Madrid, Hortensia Barbero, estima que “el número de empresas ofertantes ha bajado en un 50% debido a la escasez económica de unas y al cierre de otras”.
Aún así, esta responsable del COIE asegura que los estudiantes lo tienen “algo más fácil que los titulados”, ya que pueden realizar prácticas como becarios en estudios de arquitectura o empresas de ingeniería, y sin embargo, para los titulados es “más complicado” al haber caído la industria del ladrillo. Por eso Hortensia Barbero dice que cada vez son más los que se dejan alguna asignatura del último curso para poder continuar siendo becarios. “Aceptan puestos y sueldos mediocres para la preparación que tienen y no se dan cuenta de que es tirar piedras contra su propio tejado”, concluye.
En el caso de las constructoras extranjeras la situación ocurre a la inversa y éstas muestran según Enrique Corral, un “verdadero interés por los titulados españoles”. Reino Unido, Alemania y Estados Unidos son tres de los países que valoran positivamente la formación de estos chicos y “demandan su presencia allí”. Ismael Rastoll indica que las remuneraciones son hasta 3,5 veces superiores a la media española y además “llevan consigo el plus del idioma”.
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